Monday, November 1, 2010

19

Mi tía abuela Estella, de ochenta años, conversando con su sobrino y su sobrina de menos de cincuenta años:

Sobrino: ¿Te acordás cuando jugábamos a las cartas en el sanatorio?
Estella: Sí. Había una enfermera que le había echado el ojo a tu papá. Él se vestía muy bien. Pero después del accidente la cara le quedó extra chata. Tuvieron que pedirle una foto para hacerlo todo de nuevo.
Sobrino: Pobre...
Estella: ¿Dónde está el remisero? No lo veo. Tiene un tic nervioso, cada dos minutos mueve la cabeza para un lado.
Sobrino: Capaz que lo hacía para doblar...
Estella: No, si tiene ocho hijos. Ocho hijos. Es la compañía que tomo yo siempre.
Sobrino: ¿Te acordás cuando íbamos a Chacabuco? Cuando íbamos a la plaza...
Estella: Sí, tu mamá qué bien que cocinaba... Ahora al que le gusta cocinar es a Santiago.
Sobrino: ¿Y Alejo?
Estella: Alejo anda con muletas. Dice que se lastimó jugando al fútbol, para mí se cayó de la moto. Es un peligro andar en moto hoy. Pero bueno, le pidió al padre una moto y, como el padre está separado, le da todo.
Sobrino: ¿Y la madre de Alejo cómo anda?
Estella: Claudia... Ella tuvo otros amores porque siempre fue muy seria. Pero el amor dura dos años. Después se va y hay conveniencias de otra índole. Está probado. Por eso no hay que casarse nunca.
Sobrino: ¿Y Marcela?
Estella: Marcela se recibió a los 24 años de médica. Vos te recibiste bastante viejo...
Sobrino: (en chiste) Sí, todavía me falta un mes....
Estella: La tía Chuchi te regalaba de todo para que te recibieras. Murió, pobre Chuchi... Muy trabajadora, muy buena gente. Y el hijo de Chuchi es medio borrachito. Siempre se pone colorado.
Sobrino: No, tía... Vos porque no te mirás al espejo, todo el mundo se pone colorado.
Estella: No, yo tomo solamente una copa de tinto por día. Me tengo que cuidar.
Sobrino: Pero cuando mi papá estaba internado vos te quedabas a la noche y te tomabas a escondidas una botella de ginebra.

Entra la sobrina.

Sobrina: ¿Y Lili?
Estella: La Lili -escuchá esta confesión- estaba enamorada de tu marido.
Sobrina: Jaja.
Estella: Sí, sí, cuando era una chicuela... Pero el padre quería que se casara con el hijo del socio. Ahora hace poco se compraron un Golden... Qué bruto que es ese perro... A mí me respeta igual.
Sobrino: Sí, porque lo amenzás con el bastón.
Estella: Antes tenían un gato egipcio que era muy malo... Se llamaba Ramsés. Eran los gatos que ponían en las tumbas de los faraones... Yo sufrí tanto por un gato cuando era chiquita. Tuve difteria y me dieron cuarentena; el gato se quedó abajo de la cama, en una cajita de zapatos, cuidándome. Yo había escuchando cuando el médico le decía a mi mamá: “Esta chica se nos va...” Porque era mortal la enfermedad. Rosita le tiraba carne picada para que comiera. ¿Y sabés lo que hizo mi papá cuando me curé? Lo perdió, de puto que era.
Sobrino: Tía, ¿quién le rompió la cabeza a la tía Rosita?
Estella: Ah... José... Le tiró una lata de piedritas. Pero Rosita era una marmota... Yo corría ligero.